Visitas

9. Luz del noreste

Al principio pensé que era como el vacío, como un lugar infernal e incomprensiblemente oscuro habitando detrás de mi puerta.
Me quedo quieta observando el espacio, como si mi mente se negara a creer lo que mis ojos ven. Mantengo la mirada fija en algún punto lejano pero no veo nada y, temiendo que algo todavía más extraño suceda, decido cerrar la puerta y volver sobre mis pasos.
Retrocedo sin dar la espalda hasta sentir el borde de la cama detrás de mis rodillas e intento encontrar alguna explicación a toda esta locura. Decido sentarme y, con mi mirada clavada en la puerta de mi habitación,  pego un brinco al escuchar una ensordecedora carcajada infantil muy cerca de mi oreja. Giro la cabeza y busco con los ojos el origen de tan inusual sonido.  Me aterrorizo al comprobar que no hay nadie más, pero de pronto, todo el cuarto se empieza a tornar de un color verde, como si los colores se opacaran en tonos diferentes a él. Las paredes, el piso y los polvorientos muebles van cambiando de color, toman matices oscuros y aterradores poco a poco mientras la risa continúa.
Cuando la sábana de la cama es alcanzada por el extraño fenómeno, me pongo de pie en un intento por no transformarme también. Esto último no sucede y cuando la anomalía y la risita terminan, observo en dirección a la ventana. Reúno el poco valor que me queda y echo un vistazo a la habitación tratando de encontrar la causa de lo que acaba de ocurrir.
No percibo nada más salvo los nuevos colores, pero la pálida luz verde de la ventana llama mi atención.  Lentamente doy algunos pasos para aproximarme a ella, recorro la cortina para mirar lo que hay fuera pero de inmediato me detengo al percatarme de un ligero movimiento sobre la pared. Giro la cabeza en dirección a ella y parpadeo varias veces porque no puedo creer lo que estoy viendo. Es la sombra de una niña.
Observo con atención a la figura proyectada: solo se encuentra de pie y frente a mí. Levanta los brazos y se los lleva a la cabeza. Escucho nuevamente la risa de antes y mi habitación comienza a cambiar nuevamente. Esta vez observo a los muebles sacudirse violentamente y a las paredes teñirse de color rojo. Mi cuerpo también empieza a temblar pero a causa del miedo. Me encojo en un rincón, me abrazó las rodillas y cierro los ojos esperando a que todo termine o hasta que deje de reír… Y no contaba con que se le unieran más carcajadas a la primera sombra infantil.
Inevitablemente abro los ojos. Veo diversas sombras sobre mis cuatro paredes y parece que también se están riendo. Me parece que son burlas. Los objetos de mi habitación han dejado de cambiar y ahora son totalmente carmesí. Los muebles han dejado de sacudirse pero los espectros sobre la pared continúan burlándose de mí.
—¡YA! —lanzo un potente chillido de terror y, como si esto fuera lo que debía hacer desde un principio, todo regresa a la normalidad. Las paredes volvieron a su color original y los muebles otra vez tienen polvo. Solamente las infantiles sombras siguen en la pared y sin esperármelo, la puerta de mi habitación se abre violentamente.
¡Aaahh! —escucho a una niña gritar y entonces los espectros corren en la pared para dirigirse hacia el vacío del portal. Desaparecen nada más cruzarlo y una voz muy familiar sale de la nada.

Pronuncia mi nombre y me ordena cruzar el vacío para seguir a las sombras.