Corro a través de
más y más calles.
No importa cuánto siga corriendo no me alejo del peligro que se avecina.
Siento que me alcanzará en cualquier momento.
Creí que comenzaba a sudar por el ejercicio pero lo que fluye sobre mi
ojo izquierdo es sangre. La herida de la frente no es tan superficial como
creí. Me limpio con la mano y escucho cerca de mi oído: ¡La vista al frente!
La sirena de alarma se vuelve cada vez más penetrante y me horroriza con
cada pitido. ¿Cómo podría olvidar que me pisa los talones? Me provoca jaqueca.
—¡Ya no puedo! —digo jadeando después de correr cinco calles más—.
Necesito parar.
¡No te detengas! ¡Vas muy bien!
Obedezco y continúo corriendo. Me siento agotada pero me aterra pensar en
lo que pasaría si me alcanza. La sangre nubla mi visión y me limpio nuevamente
la cara.
Mira si hay alguna farmacia. Pide la voz. Debe haber alguna. No me gustaría
que se te saliera el corazón por ahí.
Sonrío por su comentario y empiezo a buscar. No hay sitio donde pueda
entrar. La mayoría de las edificaciones son ruinas. No reconozco esta zona de
la ciudad y, a excepción del sol, nada de lo que hay aquí podría ayudar a
ubicarme. ¿En dónde estoy?
—Ya no tengo ganas de correr —le aviso—, pero buscaré la tonta farmacia.
Decido caminar porque no quiero caerme de nuevo. Miro hacia ambos lados
de la calle por la que voy pasando. Solo hay escombros.
Tal vez en la siguien... ¡Uh! Se interrumpe y yo me detengo
súbitamente. Mejor así.
La alarma se escucha muy distante.
—Esa alarma —susurro lentamente—. Ya casi no la escucho y… —entonces me
doy cuenta de algo evidente—, ¿por qué está encendida? ¿Qué le pasa? ¿Por qué
la tiene encendida si está cazando?
Así se entretiene el cazador. La presa es fácil de acorralar cuando tiene
miedo. Y nuevamente se burla: Y tú estás muriéndote de miedo.
¿Qué viste ahí? ¡Cuéntame!
—No quiero hablar de eso —respondo en tono cortante mientras limpio mi ojo
izquierdo una vez más–. Me da escalofríos.
¡Buu!
Esta vez ignoro su burla y vuelvo a buscar. ¿Dónde podría descansar? Las
edificaciones destruidas no dejan saber qué eran antes de ser atacadas.
—Ni siquiera estoy segura de que fuera real —digo lentamente después de
caminar un momento—. Quiero descansar y tengo mucha sed. Necesito un cigarrillo.
¡No debes fumar! Dice severamente: ¡Hace
mucho daño! ¡Ni correr puedes…!
—No eres la única que hace bromas —esta vez me burlo y el silencio se
apodera del ambiente—. ¡Esa alarma! ¡Ya no puedo escucharla!
¡Y te pone los pelos de punta! ¡Buu!
—Necesito refugio —ignoro la broma—. Pronto anochecerá. ¿Qué hora será?
Pero de la nada, me pongo muy nerviosa y una presión se apodera de mi
cabeza cuando todo mi cuerpo empieza a temblar.
El aire trae consigo un aroma desagradable y un sonido parecido a
zancadas sobre el concreto se hace notar. Viene en mi dirección.
Estéfani, me parece un blog excelente. Las pirmeras dos entradas son de... primera. Tiene la acción de un juego de video y el misterio de una novela policial. Recuerde que "mientras que" indica contraste o comparación, no simultaneidad. ¡Felicidades!
ResponderEliminarGracias por su comentario.
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